Uno de los errores más comunes en el entrenamiento animal, incluso entre profesionales con experiencia, es asumir que basta con reforzar una conducta para garantizar el éxito del proceso. Esta perspectiva se centra exclusivamente en el condicionamiento operante, es decir, en cómo las consecuencias de una conducta (refuerzos o castigos) aumentan o disminuyen su frecuencia. Sin embargo, dejar de lado el componente emocional y la forma en que los animales procesan y predicen su entorno puede poner en riesgo la cooperación, la seguridad y, sobre todo, el bienestar animal.
Muchas veces se pasa por alto que antes de solicitar una cooperación real, especialmente en contextos de manejo médico o procedimientos invasivos, es esencial construir una base de confianza sólida y permitir que el animal mantenga cierto grado de control sobre la interacción. Este enfoque responde a principios éticos y prácticos: la participación voluntaria y la percepción de control reducen significativamente el estrés, la reactividad y las respuestas de escape o agresión.
Aquí es donde entra en juego el condicionamiento clásico —también conocido como aprendizaje asociativo o pavloviano—. Este tipo de aprendizaje es la clave para que cada olor, sonido, contacto físico o herramienta se vuelva algo predecible y seguro para el animal. Al asociar estímulos neutros o potencialmente aversivos con experiencias positivas o neutras, se reduce la incertidumbre y, con ella, la ansiedad que podría desencadenar reacciones de defensa.
Desensibilización para inyección en ocelote (Leopardus pardalis)
Un ejemplo claro de la aplicación de este principio es el entrenamiento cooperativo para procedimientos médicos complejos. No basta con “enseñar” al animal a quedarse quieto para una extracción de sangre, una aplicación de anestesia o un chequeo invasivo. Es fundamental desglosar cada estímulo que forma parte del procedimiento: la entrada a la zona de entrenamiento, la presencia del personal, el contacto físico en zonas sensibles, el olor del alcohol, la aguja, la sensación de presión…
Cada uno de estos elementos debe presentarse de forma gradual, controlada y calmada, siempre asociado a reforzadores que consoliden una experiencia positiva.
Inicio de proceso de desensibilización en cocodrilo americano para extracción de sangre (Crocodylus acutus)
Ignorar esta etapa suele ser uno de los motivos principales de bloqueos en el progreso de las sesiones. Es común escuchar que “el animal no quiere cooperar” o que “se volvió agresivo de la nada”. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la resistencia o la agresión no se deben a una falta de voluntad, sino a que el animal no estaba emocionalmente preparado para ese paso del protocolo. Forzar comportamientos sin haber trabajado la confianza y la previsibilidad rompe la relación de cooperación y suele generar retrocesos que pueden ser difíciles de revertir.
Además, en especies silvestres o exóticas bajo cuidado profesional —como grandes felinos, primates, aves o mamíferos medianos— la capacidad de manejar el estrés de forma ética es crítica. Estas especies pueden reaccionar con agresión defensiva o con comportamientos de evasión que comprometen tanto su seguridad como la del equipo humano. Por eso, los programas de entrenamiento médico cooperativo modernos se basan cada vez más en la lectura de señales precursores de incomodidad, el diseño de sesiones cortas y la construcción de confianza como prioridad.
Desensibilización de pecarí (Pecari tajacu) a caja de transporte
La desensibilización —exponer gradualmente al animal a estímulos nuevos o incómodos en un entorno seguro y predecible— es una herramienta poderosa, pero solo funciona bien cuando se comprende que se basa en condicionamiento clásico. Si no se respeta la velocidad de avance del animal y no se asocia cada paso con reforzadores positivos, el proceso puede resultar contraproducente e incluso reforzar respuestas de miedo.
El condicionamiento operante (reforzar o moldear la conducta deseada) sigue siendo esencial, pero depende de una base emocional estable que solo se logra mediante el condicionamiento clásico. Ambos sistemas de aprendizaje trabajan en conjunto: la asociación emocional positiva prepara el terreno para que el refuerzo operante tenga sentido, funcione y se mantenga de forma ética y cooperativa.
Desensibilización de cola en kinkajú (Potos flavus) para extracción de sangre
Implementar programas de entrenamiento cooperativo efectivos implica comprender que el éxito no depende solo de la habilidad para reforzar conductas, sino de diseñar experiencias emocionales seguras y predecibles. Esto se traduce en mejores resultados clínicos, menos estrés, menor necesidad de inmovilizaciones físicas y un manejo más seguro tanto para los animales como para los profesionales.
Respetar los principios del condicionamiento clásico y priorizar la confianza y el control voluntario del animal no es un lujo: es una responsabilidad ética y una muestra de profesionalismo. Al fin y al cabo, la cooperación real no se obtiene exigiéndola, sino construyéndola.